Hay una fontana clara y milagrosa
que perennemente me da su frescura
y torna a mi alma más blanca y más pura
que un tierno capullo de aromada rosa.
Lirios temblorosos de frágil frescura
y alados perfumes circundan mi fuente,
donde echan sus luces astros de la altura
y recoge un mundo de ensueños mi mente.
Palomas viajeras detienen sus vuelos
y mojan sus alas en la linfa pura
donde se reflejan los celestes cielos
y las blancas nubes que pasan ligeras.
Fontana divina de clara frescura
de donde se nutren todas mis quimeras.
Por eso la obscura tristeza que flota
no roza siquiera mi espíritu alado
y mi alondra herida con las alas rotas
vuela hacia las playas de un mar olvidado.
No hay sombra ni grises tardes otoñales
donde el viento gime su tristeza ambigua;
mi espíritu vaga por mundos triunfales
con su luminosa fortaleza antigua.
Si llega una sombra con rostro ceñudo,
detiene sus pasos frente a la fontana
y contempla en éxtasis al niño desnudo
que en la linfa pura refresca su cara.
Mientras en la tarde llora la campana
canta sus canciones mi fontana clara.
Diáfanas mañanas de brisas ligeras,
tardes de amatista, noches consteladas,
brumosos inviernos, bellas primaveras,
hallan a mi alma febril y extasiada.
Amor es su esencia, límpida fontana,
se ven las estrellas en su transparencia
do recoge toda la belleza humana;
por eso no pierde su blanca inocencia
ni su eterna forma divina y sensible.
Alma soñadora que pulsa su lira
como pulsa el viento violín invisible.
Lírica fontana que canta y delira
y bajo el silencio medita y suspira
por la imagen pura de un sueño imposible.