Mi musa es una loca
que lleva entre su boca
una eterna canción
que no termina y vibra
a pesar de las cosas
obscuras, dolorosas,
que minan, que destrozan
mi alma fibra a fibra;
y sigue el derrotero
persiguiendo un lucero
—tímido reverbero—
de un cielo de quimera,
que solo existe en ella,
como la luz de una estrella
cuyo fulgor lejano
señala una ribera.
El ensueño es un faro
y a pesar de lo leve
de la luz que destella
quiere acercarse a ella;
y cada día más loca,
de rodillas invoca
al Dios de las alturas
que le muestre sus huellas.
Así se va mi musa.
Su túnica de ilusa
es de inconsútil gasa
transparente y alada,
sus ilusiones puras
y la luz que fulgura
allá dentro del alma
le da esa vestidura.